28 oct 2009

Las voces de la naturaleza



LOS CUATRO ELEMENTOS.

En Tabasco la naturaleza es pródiga. Selvas, pastizales y agua cubren su suelo. La selva todavía prolifera en la riberas del río Usumacinta y en aquellas regiones donde el acceso es difícil. Los grandes pastizales sirven de alimento al ganado. Y el agua, que atraviesa la región encauzada por el lecho de dos caudalosos ríos: el Grijalva y el Usumacinta, se deposita en vastas lagunas, o al llover copiosamente sobre las tierras de Tabasco, suele producir inundaciones.

Fértil y pródigo es el suelo de Tabasco: permitirle producir todo lo que ese suelo se disponga a dar, constituye un propósito de sus habitantes. También el subsuelo de Tabasco es rico, pero la riquiza del petróleo presenta dos rostros: oro negro suele llamársele y, en efecto, tiene a la vez el resplandor del oro y lo oscuro de la contaminación.

Las primeras culturas del mundo crecieron alrededor de los grandes ríos. Nuestro estado forma parte de la vasta región del sureste de México, donde floreció más de dos mil años la cultura olmeca.

El Grijalva y el Usumacinta bañan las tierras de Tabasco. Gracias a su privilegiada geografía, en Tabasco se dan en abundancia los cuatro elementos de la naturaleza de que hablaban desde los orígenes de la civlización occidental los primeros filósofos griegos: agua, tierra, fuego(calor) y aire. El hombre de Tabasco es la síntesis de esos elementos.

EL NOMBRE DE TABASCO.
En el capítulo XI de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo -quien participó en la conquista de los pueblos prehispánicos- refiere a la llegada a un río "que se llama Tabasco porque el cacique de aquel pueblo se decía Tabasco...". El río se llamará en lo sucesivo Grijalva -advierte- en honor de su descubridor español. El cacique, llamado Taabs Coob, era hermano de Moch COob, señor de Champotón.

El ingeniero y naturalista tabasqueño, José Narciso Rovirosa, considera que tales versiones son inexactas. Prefiere la de Alberto Correa: Tabasco vendría de la palabla Tlapalco que significa en lengua náhuatl: lugar donde la tierra está húmeda. Señala Rovirosa la posible etimología: tlalli, tierra; paltic, cosa mojada o húmeda; co, en. "En la tierra húmeda": Tabasco, que en el nombre llevaría (de ser correcta esta versión) la más perfecta descripción de su naturaleza.


Posiblemente, el nombre de Tabasco no fue elegido por los españoles, porque se supone que los indígenas llamaban así a este territorio y la palabra es de origen náhuatl. Así lo advierte Francisco J. Santamaría, quien opta por otro origen etimológico: Tabasco vendría de tlapachtli; tlalli: tierra y pachtli: malhojo, hierba que cuelga, como el heno de los árboles. A ese pastle que cuelga de los árboles en las riberas de nuestros ríos, los tabasqueños suelen llamarlo barba de viejo: "estrías, con apariencia de musgo, de un verde botella acuoso, que bajan hasta mojar sus delicadas puntas en las aguas...". Según esta etimología, la más reciente, Tabasco sería "tierra del pastle".


EN EL MAPA DE MÉXICO.

Nuestro estado se encuentra situado entre los paralelos 17°14' y 18°39' de latitud norte y los 91°00' y 94°07' de longitud oeste. Enclavado en la región sureste del país, en la Llanura Costera del Golfo, limita al norte con el Golfo de México, al este con el estado de Campeche y con Guatemala, al sur con el estado de Chiapas y Guatemala, y al oeste con Veracruz. Ocupa una superficie territorial de 25,267 kilómetros cuadrados. Tabasco tiene un litoral hacia el Golfo de México de 191 kilómetros de longitud.


AGUA POR TODAS PARTES.

En Tabasco el agua es tan abundante que llega a haberla en demasía. Se concentra aquí la tercera parte de los recursos hidráulicos del país. Grandes albuferas y numerosas lagunas de agua dulce se hallan diseminadas por todo el territorio.

Son numerosos los ríos cuyas aguas, mansas y de poca profundidad, bañan las regiones en todas direcciones. Los ríos más caudalosos son el Usumacinta –el de mayor caudal en la República – y el Grijalva, ambos parcialmente navegables.

Todo gira en tierras de Tabasco, en torno al agua. Cuenta un relato que a un personaje de nuestro estado que visitaba la ciudad de México, le preguntaron un día cómo era Tabasco. Él contestó que más que tierra tenía agua; tomó una hoja en blanco, sacó su pluma fuente y de un golpe vertió toda la tinta azul de su pluma sobre el papel y respondió: “Así es mi tierra. ¡Agua por todos lados!”.

El sistema fluvial de Tabasco se constituye principalmente con los caudales del Usumacinta y el Grijalva, y con sus numerosos afluentes. Sólo queda fuera de este sistema el río Tonalá, que sirve de límite entre Tabasco y Veracruz, al oeste del municipio de Huimanguillo, y los pequeños ríos de La Chontalpa que se alimentan del exceso de agua de lluvia acumulada en los popales (pantanos). Todos los ríos desembocan en el Golfo de México.

Los ríos Usumacinta y Grijalva se originan en las montañas de Los Altos, en Guatemala, muy cerca uno del otro. Luego se separan al atravesar Chiapas y derramarse por la llanura de Tabasco, hasta reunirse al final en un solo brazo, poco antes del puerto de Frontera.

El río Usumacinta (lugar donde hay monitos) es, como ya dijimos, el más caudaloso de México. Dos corrientes concurren para darle origen: el río Salinas y el río de la Pasión, a los que luego se une el río Lacantún. En Huehuetenango, Guatemala, donde nace, los múltiples arroyos y manantiales que lo generan en lo alto de la sierra se confunden con los que van a nutrir el río Grijalva. El río Salinas procede de regiones de más de dos mil metros de altitud y el río de la Pasión se desliza entre colinas suaves y llanuras, hasta que confluyen ambos y se integran al Usumacinta. El Lacantún, constituido por afluentes como el Lacanjá, el Tzendales y otras corrientes, baja de las montañas del norte de Chiapas y se vuelve también su tributario. El Usumacinta marca la frontera entre Guatemala y México durante un largo trecho.

El “alto Usumacinta” fluye 200 kilómetros a partir de la unión del Salinas y la Pasión hasta la Boca del Cerro; en su margen izquierda se encuentran las ruinas de Yaxchilán. Los famosos raudales de Anaité, El Cayo, Piedras Negras y San José y os desfiladeros que el río abrió entre las montañas impiden la navegación en algunos tramos, hasta Boca del Cerro, a 12 kilómetros de Tenosique, imponente acantilado de casi 300 metros de altura que encajona por ambos lados el curso del río.

El “bajo Usumacinta” comienza en Boca del Cerro y recibe 60 kilómetros después de Tenosique al más caudaloso de sus afluentes: el río San Pedro, procedente del Petén guatemalteco. En su recorrido por territorio tabasqueño ya no encuentra ningún obstáculo montañoso. Al norte de Emiliano Zapata recibe el tributo del río Chacamax, que nace en las sierras cercanas a Palenque y, pasando por esta población, vuelve a enriquecerse con numerosos arroyos hasta que se divide en vario brazos, uno de los cuales es el río Palizada, que irá a salir a la laguna de Términos en el estado de Campeche. Al norte de Jonuta se desprende el río San Pedro y San Pablo, que sirve de límite entre Tabasco y Campeche y desemboca en el Golfo de México en la barra de San Pedro.

El gran brazo principal del Usumacinta recibe aguas de lagunas y arroyos y del propio Grijalva, hasta abrirse en dos corrientes que enseguida volverán a reunirse en el punto conocido como Tres Brazos con el río Grijalva: juntos saldrán al mar por la barra de Frontera. En su desembocadura, la corriente formada por los dos grandes ríos alcanza un ancho de alrededor de un kilómetro y medio. En su recorrido, desde la unión del río Salinas con el río la Pasión hasta Tres Brazos, el Usumacinta se ha deslizado a lo largo de 612 kilómetros: 200 kilómetros en su cauce alto y 412 kilómetros en el bajo.

También el río Grijalba nace en el departamento de Huehuetenango, en el vecino país de Guatemala, para luego fluir por la Depresión Central de Chiapas, recibiendo numerosos afluentes de este accidentado recorrido, entre ellos el Chicomuselo, el Salinas Grande, el San Pedro, el Santo Domingo y el Suchiapa.

En Chiapas, el Grijalva recibe el nombre de Grande y a partir de Raudales de Malpaso –donde se construyó la presa Netzahualcóyotl – se le nombra Mezcalapa; pasa al sur del cerro Mono Pelado (límite entre Chiapas, Veracruz y Tabasco) y penetra en territorio tabasqueño cerca de la población de Amacochite en el municipio de Huimanguillo. Todavía a fines del siglo XVI, el Mezcalapa seguí su curso por el lecho que hoy se conoce como río Seco y conducía sus aguas hacia el mar por la barra de Dos Bocas. Probablemente a fines del siglo XVII (según descripciones y mapas de la época) el río modificó su rumbo hacia el este por el curso que ahora recorre.

José Narciso Rovirosa recoge una leyenda según la cual los indígenas de la región lograron modificar el curso del río Grijalva en 1675 y evitaron así las incursiones piratas en la región de La Chontalpa. No es posible comprobarlo. De cualquiera manera, el antiguo cauce fue abandonado y al sur de Cárdenas el río tomó rumbo hacia el este dirigiéndose a Villahermosa. Los cambios en su curso continuaron; a fines del siglo XIX se abrió una salida en la margen izquierda del río Carrizal, brazo del Mezcalapa, desviando hacia el río González buena parte del caudal.

Cerca de Villahermosa recibe el tributo del río Pichucalco o Ixtacomitán; y en la Meseta Central de Chapas el río Mezcalapa adóptale nombre de Grijalva. Cuando el río de la Sierra penetra en tierras de Tabasco se le conoce como río Teapa y, cerca de la población de Cacao, recibe el caudal del Tacotalpa; es así como el Grijalva, ya muy enriquecido, llega a Villahermosa para seguir su curso rumbo al mar. Todavía en ese trayecto final, recibirá la aportación de los ríos Chilapilla y Chilapa, que son los dos brazos del río Tepetitán a Tulijá, el último de los grandes caudales que incorporan al Grijalva, procedente también del estado de Chiapas. A través del Tulijá llegan al Grijalva las aguas del subafluente Puxcatán o Macuspana.

Tras esa larga travesía, el río Grijalva confluye en Tres Brazos, 84 kilómetros después de Villahermosa, con los dos brazos del Usumacinta; 12 kilómetros más abajo pasarán juntos el puerto de Frontera para salir por fin al golfo de México, siete kilómetros después, por la barra de Frontera. Este brazo común de los dos ríos, cuando no recibía todavía el caudal del Mezcalapa, fue el que los españoles bautizaron con el nombre de Grijalva.

Los ríos Usumacinta, Chilapa, Grijalva y Mezcalapa corren por tierras tabasqueñas cuyos terrenos so bajos y pantanosos, provocando el paso del agua de las mareas, lo cual causa inundaciones en época de lluvias. Estos ríos han formado un sistema llamado el Delta de Tabasco, a semejanza de un delta o abanico, que cubre una superficie de 18 mil kilómetros cuadrados. Pedro A. González, autor de “Los ríos de Tabasco”, advierte en 1906: “Nos encontramos aquí con un fenómeno de transporte y sedimentación verdaderamente excepcional, más intenso, digámoslo así, que en cualquier otro lugar del planeta…”

El río Tonalá corre hacia el oeste de nuestro estado. Se origina en la Mesa Central de Chiapas por la unión de los ríos Pedregal y Las Playas. Recibe varios afluentes, como el Tencochapa, el Zanapa, el Blasillo, el Chicozapote y el Pedregal. Este último sirve de límite a Veracruz y Tabasco. Desemboca formando la barra de Tonalá en el Golfo de México.

TRÓPICO HÚMEDO.
El clima de Tabasco es tropical húmedo. La temperatura asciende de los 10 grados centígrados en los meses más fríos –enero y diciembre –, hasta los 42 grados centígrados en los más calurosos; y puede decirse que, en virtud de la escasa altura de la región con respecto al nivel del mar, las temperaturas permanecen uniformes. El promedio anual es de 25 grados centígrados.

Las lluvias en Tabasco son muy abundantes y de las más altas en el mundo: 2,750 milímetros anuales; la temporada de lluvias abarca la mayor parte del año: de junio a marzo. Sólo la primavera es seca en nuestra tierra y eso, relativamente. En verano llueve con más intensidad: son las lluvias torrenciales conocidas como turbonadas. Cuando el calendario marca el otoño y el invierno, por aquí empiezan a soplar los nortes, que se traducen en prolongadas lluvias, menos impetuosas que las del verano, pero que pueden durar varias semanas.

Los ríos y las lagunas alcanzan su máximo nivel de agua entre los meses de septiembre y noviembre; entonces de producen las inundaciones, cuyo efecto en la agricultura fue en otras épocas desastroso y que siguen afectando a muchos terrenos de cultivo, aún después de la construcción de la presa de Malpaso.

LLANURAS DE ALUVIÓN.
Los suelos están constituidos esencialmente, por materiales de acarreo de los ríos. También lo ha dicho Pellicer con una metáfora: “Esta es la parte del mundo en que el piso se sigue construyendo”. Y, en otras palabras, lo ha escrito Rosario Gutiérrez Eskildsen: “Esta planicie se formó de los deslaves que los ríos caudalosos, como brazos potentes, hicieron de las montañas de Chiapas. Tierra tropical con tantos ríos y arroyos como estrellas hay en el cielo, geológicamente es una enorme cantidad de arenas de aluvión, abandonadas por las corrientes que la surcan”. Predominan en Tabasco los suelos arcillosos.

La mayor parte del territorio es una planicie que se extiende a la vista, sin obstáculo alguno, hasta el horizonte. Al sur, sin embargo, existen algunas elevaciones que forman parte de la Meseta Central de Chiapas. Entre los montes o cerros más importantes de encuentran: el Madrigal, que tiene aproximadamente mil metros de altura sobre el nivel del mar; La Campana, La Corona y Poaná en Tacotalpa; Mono Pelado en Huimanguillo, y el Tortuguero en Macuspana.

La constitución de los suelos tabasqueños –que en su mayor parte son llanuras de aluvión –los hace inmejorables para la agricultura, sobre todo de cultivos perennes tales como el cacao, el plátano y el coco.

La naturaleza fue pues, pródiga con Tabasco, el lugar más rico de la República en recursos hidráulicos; José Eduardo de Cárdenas daba testimonio de ello, a principios del siglo XIX: “La feracidad de su terreno regado con bellos ríos y riachuelos es tal y tan varia en preciosas producciones, que puede parangonarse con los países más fecundos… Allí vive de asiento la primavera…” La flora y la fauna y el petróleo integran, con el agua, las riquezas naturales de nuestro estado.

Pero no hay que olvidar que si flora y fauna son recursos renovables y si el agua, esa gran fuente de energía, seguirás prodigando sin cesar sus favores y también sus eventuales infortunios a los tabasqueños, el petróleo es un recurso no renovable, es decir, que acabará por agotarse.

De ahí la necesidad de aprovechar los beneficios que ahora produce el petróleo, para fortalecer y consolidar la riqueza permanente de Tabasco: la agricultura, la ganadería y la pesca; la industria beneficiadora de la materia prima que producimos (cacao, copra, plátano, azúcar, carne, pescado, etc.); la incipiente industria turística, etcétera. Siendo nuestra tierra tan rica y nuestras aguas tan abundantes no se justifica que, todavía, muchos tabasqueños padezcan desnutrición por una insuficiente alimentación.

ENTRE SELVA Y SABANA.
Seis son los tipos de vegetación que se dan en Tabasco: la selva baja de hoja caduca (pierde su follaje en la época de seca), selva alta siempre verde, selva baja siempre verde, la sabana, el manglar y el popal – tular.

Los tipos selváticos han sido ampliamente sobreexplotados con fines pecuarios extensivos o agrícolas nómadas, lo que ha originado la desaparición casi total de la vegetación original y una subutilización y pérdida del suelo. Las especies representativas de este tipo de vegetación son el cedro y la caoba.

La sabana se caracteriza por una gran diversidad de pastos, los suelos tienen mal drenaje por lo que la sabana permanece inundada durante la época de lluvias, las especies que se encuentran son forrajeras como el tachicón y los pastos pangola de África, privilegio, jaragua y alemán.

La vegetación de manglar se localiza principalmente en las orillas de las lagunas costeras, de bahías protegidas y las desembocaduras de los ríos. Se dan en suelos profundos y de agua salina y estancada. En el manglar se encuentran especies leñosas, algunas arbustivas, otras arborescentes, permaneciendo siempre verde. La especie característica es el mangle; hay mangle rojo, negro y blanco. El blanco sirve para hacer carbón y postes para cercas, el rojo es rico en taninos, sustancia que sirve para curtir pieles.

Esta vegetación se considera propicia para desarrollar la acuacultura, ya que sus raíces sirven de sustrato para el desarrollo de una fauna acuática diversa como son ostras, almejas y langostinos.

El popal – tular se desarrolla en grandes superficies pantanosas o de agua dulce permanentemente estancada. El popal está formado por plantas herbáceas, de hojas grandes y anchas. En el tular se encuentran especies como Thypa, que se utiliza para el tejido de juguetes y petates. En ambos casos la vegetación es tan densa que apenas deja ver el pantano que esconde debajo.

La flora de Tabasco es variadísima en árboles, arbustos y hierbas. Abundan los árboles frutales como el zapote (el mamey de otros rumbos), el tamarindo, la pitahaya, el nance, el chicozapote, la guaya, la hondura, la pomarosa, el marañón, el guanábana, el naranjo, el toronjo, el limonero, pan de sopa (árbol del pan), el cocotero, el plátano, el zapote prieto y el deliciosos chinín, así como el aguacate; todos ellos más o menos corpulentos y con frutos de sabor inigualable. El cafeto merece también ser nombrado, puyes de él se extraen unas semillas que al ser tostadas y molidas producen una deliciosa bebida: el café. Del tronco del árbol del cacao cuelga su espléndido fruto. Las plantaciones ofrecen una acogedora sombra gracias a las matas “madre” que cobijan al cacao. Tubérculos como la yuca y el macal, hierbas como la chaya, el chipilín y el momo (hierba santa) y chiles como el amashito son propios de esta tierra.

Crecen en nuestro territorio numerosos árboles ornamentales: la palma real alcanza los 20 metros de altura y tiene, en su parte superior, un majestuoso penacho que la hace aparecer como una sombrilla natural; hay framboyanes que incendian con sus llamaradas color naranja el verdor de nuestro paisaje, el guayacán de bella flor amarilla y el macuilis que se llena de flores lilas en primavera. La centenaria y majestuosa ceiba, que en épocas remotas fue venerada por nuestros antepasados, ha logrado subsistir pese a que ha sido muy explotada. Subsisten árboles de maderas preciosas, cedro y caoba, en exiguas cantidades.

Así es Tabasco. Un paisaje de selva exuberante que alterna con vastas extensiones de sabana donde pasta el ganado. Colinas suaves, lagunas, ríos, riachuelos y arroyos. Árboles enormes, de fruto y de flor, bejucos que se enredan en los tallos y helechos que proliferan en la umbría humedad de la selva o en las márgenes de arroyuelos y ríos.

FAUNA DE TIERRA, DE AIRE Y DE AGUA.
La fauna tabasqueña, tanto acuática como terrestre, es variada y fascinante. La mayoría de la población animal está estrechamente vinculada con la vegetación selvática que cubrió, en otra época, casi todo nuestro territorio. Ahora sólo se da, en aquellas condiciones originales, en las riberas del Usumacinta, entre Tenosique y Balancán, muy escasamente habitadas por el hombre.

La cacería y los desmontes para albergar el ganado, han diezmado la fauna propia de la vegetación selvática; sin embargo, subsisten, aunque en número menor, casi todas las especies que antaño poblaron nuestras tierras. Aquí contrastan la elegancia de la garza y la belleza multicolor del loro y el papagayo, con el temible aspecto de serpientes ponzoñosas que reptan disimuladas entre la hierba al acecho de algún despistado animal; la dulzura de los trinos del zenzontle, la calandria, el ruiseñor y el cardenal, con los gritos de los monos – ya escasos – que saltan de rama en rama; la agilidad del venado y el ocelote, con la torpeza de la tortuga, en todas sus variedades: la hicotea o jicotea, el pochitoque, el guao y el chiquiguao.

Tiempo atrás, en los lugares más apartados, podíamos contemplar el espectáculo de soñolientos lagartos que disfrutaban del son en los playones que forman los grandes ríos en su recorrido, o en los pantanos que abundan en la zona. En la selva se escucha aún el canto de pájaros, que a ciertas horas del día y antes de que entre la noche pueblan el silencio; más tarde, entre las sombras y grillos nos recuerdan que todo está vivo a nuestro alrededor.

Como es propio de los climas tropicales húmedos, numerosos insectos habitan estas tierras. Las hormigas, en su afán por conseguir alimento y por construir o resguardar su hormiguero, hacen alarde de tal coordinación y conjunción de esfuerzos para alcanzar su meta, que merecerían ser imitadas por el hombre. También las abejas dan la imagen de una organización ideal. Moscas y mosquitos, en cambio, pueden llegar a ser una verdadera plaga y un atentado a la salud de los hombres. Luciérnagas y cocuyos (o cucayos) brillan en la oscuridad: pequeñas luces que se pierden entre árboles y arbustos y que se reflejan en las aguas de lagos y ríos. Las mariposas policromas pueden confundirse con los múltiples colores de la vegetación. Las perniciosas garrapatas azote del ganado y la tarántula, arácnido dañino, a la que por aquí le dicen “yerba”, deben ser combatidas.

Interminable sería una lista que incluyera las aves que habitan en Tabasco. Las hay de múltiples tamaños y colores; de dulces y melódicos trinos y otras cuyas voces mueven más a la melancolía como el tecolote y la lechuza; abundan aves acuáticas como el martín pescador, la grulla, el pelícano y diversas especies de patos, incluyendo el “pijije” criollo; aves parlanchinas como la cotorra, el loro, la chachalaca y la tutupana; otras con certero vuelo como el gavilán; de vistoso plumaje como el quetzal, el tucán y el guacamayo; de rapiña, como el zopilote y el quebrantahuesos. Las garzas, infatigables compañeras del ganado, liberan a las reses del tormento de las garrapatas.

Abundan en Tabasco mamíferos de las más diversas características: desde una pequeña ardilla que mide no más de 40 centímetros, hasta un tapir que alcanza dos metros de longitud. Los monos y las ardillas son los principales mamíferos habitantes de la selva. Quedan pocos zaraguatos, en los manglares cercanos a la costa y en la selva del Usumacinta; abundan más los pequeños monos – araña. En los inmensos pastizales vive y se reproduce el ganado bovino, de distintas razas, aunque es el cebú el que mejor se ha adaptado al calor tabasqueño. El borrego Tabasco soporta también los rigores de nuestro clima.

Entre los felinos, además del gato común que con frecuencia suele ser la mascota de una familia, podemos hallar todavía magníficos ejemplares de ocelotes (tigrillos) mientras que el jaguar casi ha desaparecido. La cacería indiscriminada de estas especies amenaza con extinguirlas completamente.

No demasiado grandes pero sumamente ágiles son los venados que aquí habitan. El venado “cola blanca”, que llegó del norte, reside aún en las fronteras entre selva y sabana y entre los arbustos de las zonas pantanosas pero también está amenazada su sobrevivencia por la captura excesiva. En ríos y lagos podemos observar a las juguetonas nutrias o perros de agua.

El jabalí es un raro espécimen que se parece al cerdo doméstico; posee una gran velocidad y generalmente anda en manadas guiadas por un jefe, el jabalí “tamborcillo”. Pero son pacíficos y sólo atacan cuando son agredidos, caso en el que pueden resultar sumamente peligrosos. También abundan, el puerco de monte, el armadillo o jueche y el conejo, mientras que el tapir o danta casi ha desaparecido.

Las serpientes, en su gran mayoría, son temibles por lo activo de su veneno. En nuestra tierra existe una gran variedad de ellas, entre las que destacan la nauyaca, la coral o coralillo y la víbora sorda. La masacúa y la boa constrictora no son venenosas. Contra lo que suele creerse, la serpiente no es animal traicionero; muerde sólo si es atacada o perturbada, pero jamás lo hace porque sí.

Las especies acuáticas abundan en los innumerables ríos y lagunas, además de las que habitan en el mar. Deliciosas al paladar son las distintas variedades de mojarras, los guachinangos, los pargos, el robalo, las sardinas, las chernas, las truchas, los jureles, las lisas, el bagre, el cazón, el camarón, la “pigua” o langostino de agua dulce y el ostión.

Especial interés merece el manatí, ese animal casi mítico, que la imaginación de los conquistadores, confundió con las sirenas. Este obeso mamífero – en ocasiones llega a pesar hasta 700 kilogramos – más que una sirena parecería una vaca acuática. Pese a que se trata de un animal inofensivo se ha visto terriblemente diezmado y ya es casi imposible admirarlo. Misioneros y navegantes lo describieron porque a todos parecía u anima fantástico por su apariencia y sus costumbres.

Un cronista francés, quien cuenta que ya en 1677 era muy difícil encontrar un manatí, observa que tiene mala vista pero excelente oído, que se alimenta de hierbas acuáticas y que, una ve satisfecho, duerme plácidas siestas en las riberas, roncando y ofreciéndose como presa fácil. Aquel misionero relata que la hembra amamanta a sus hijos y entre la madre manatí y sus pequeños, se da un verdadero afecto; durante meses la madre lleva al hijo junto a ella, bajo uno de sus brazuelos. William Dampier, un filibustero inglés que participó en las correrías por Campeche y Tabasco, y luego escribió un Viaje alrededor del mundo, que lo hizo famoso, recuerda que aquí abundan en la boca de los ríos y en los arroyos y que, donde era escasa la profundidad, todo el lomo flotaba fuera del agua mientras ellos “pastaban a placer”.

Haciendo referencia a los animales raros, no puede pasarse por alto al singular pejelagarto, que debe su nombre a su extraña apariencia: la cabeza parece de lagarto, pero el cuerpo es de pez. Hay quien dice que se trata del “eslabón perdido” entre peces y saurios: parece, es verdad, un vestigio prehistórico. Evoca también aquellos remotos tiempos la iguana, cuya rugosa piel se cofunde con troncos y piedras.

El lagarto y el garrobo (iguana grande, de color amarillo oscuro) todavía habitan, aunque ya muy mermados, las márgenes de ríos, lagunas y pantanos. Entre los reptiles, la tortuga se consume mucho – especialmente el pochitoque, capturado en los pantanos en tiempo de seca.

EL SUBSUELO.
Abundan sobre esta tierra los minerales no metálicos: azufre, calizas, arcillas aluminosas y dolomita. El azufre aparece asociado a los yacimientos de petróleo. Las fábricas de cemento aprovechan las calizas, mientras que la materia prima del aluminio espera todavía el momento de ser explotada en gran escala. La dolomita sirve para hacer fertilizantes y se usa también en la industria de hierro y en la industria de la pintura.

Desde tiempos remotos, los indígenas masticaban el chapopotl para limpiarse la dentadura. Aquel negro y espeso líquido también les servía para impermeabilizar sus canoas.

Pero pasaron varios siglos hasta que, en 1873, empezó a explotarse la pródiga riqueza petrolífera de nuestro subsuelo. Actualmente Tabasco produce el 75% del petróleo de México.

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